![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhWGVL4jASiZxE28dTKifjS-s0RFSoBf_ef0PxKc-7Na_3jVO0HqKoNm6nPMZ_cH61LvFk0dmr4Ei-LCKjAv0PwfrcghKmM8O6MDO-G5rImD2DlshGBk7o_Kck5hxTzdTkww8uYDbG_-oo/s200/7387,1154432480,4.jpg)
Tenemos la risa a carcajadas. Tenemos sexo a pura pasión. Tenemos intereses en común, fuera de lo común. Tenemos hasta la televisión parecida. Tenemos inteligencia para admirarnos. Tenemos los mismos mejores amigos, son nuestros. Tenemos historia, con pasado y presente. Tenemos momentos de relax llenos de descanso. Tenemos una sola vida por vivir y la exprimimos. Tenemos sensaciones encontradas hasta unirse. Tenemos críticas constructivas, de esas que ayudan a crecer individualmente. Tenemos la idea de no poder vivir sin el otro. Sin embargo, una sola cosita, tan ínfima y grande a la vez, hace que cada día me replantee: Para qué? Si tenemos todo, todo lo que cualquier pareja puede soñar y anhelar. Tenemos todo, pero no entiendo por qué no tenemos destino. Y sin eso, hace que esto poco alcance, porque lo efímero me inquieta. Me parece que se puede hacer pelota, pincharla y pisotearla. Qué pena tener todo y que no lo veas. Capaz sí lo ves, y te tapás los ojos con las manos como hacen los niños cuando se asustan. Pero el susto puede hacer perder cosas muy valiosas. Y no quiero volver a sufrir. Sólo puedo consultarlo con la almohada e inspirarme en una idea sustentada por mi bienestar. Tus miedos hacen que mis dudas me invadan. Y estar con semásforo en amarillo no suma mucho, solo mantiene alerta...